Nunca duda, se diría que siempre tiene razón. Y para
reforzar la imagen: mandíbula prominente, traje tan bien cortado que parece a
medida, zapatos de Prada. ¿El hombre perfecto? Bueno, el primer ministro de un
país pequeño, Portugal. Y, desde luego, un actor consumado, un político
profesional: si uno no le oye y se limita a observarlo, da la impresión de que
gobierna un continente entero.En cada país que visita, pero también si está en Lisboa –vive solo en un edificio estupendo en pleno centro, muy cerca de Marqués de Pombal–, a Sócrates le gusta salir a correr por las calles de buena mañana y ponerse a sudar la camiseta. Le da lo mismo Luanda, Moscú o Washington.
(...) en marzo de 2007, su popularidad es la más alta jamás alcanzada por un primer ministro luso (más del 60%), y el país parece empezar a salir del marasmo y el pesimismo en que estaba sumido desde hacía años.
(...) El diario portugués Público airea la información, surgida en la blogosfera, sobre las anomalías que rodearon la obtención en 1996, siendo ya secretario de Estado, de la licenciatura de ingeniería de Sócrates en una universidad privada que en ese momento se halla en pleno escándalo de corrupción. La revelación pone al primer ministro contra las cuerdas. El periódico, cuyo dueño es el magnate Belmiro de Azevedo (que acababa de ver fracasar su OPA contra la telefónica nacional, PT, porque el Gobierno había decidido apoyar al núcleo duro de la empresa), discute fechas y exámenes, fiscaliza notas, sellos y profesores para demostrar un supuesto trato de favor.
Con sus ministros mantiene relaciones dispares: con unos bromea y los trata de tú, y a otros los trata de usted. Con el de Economía, el ex banquero Manuel Pinho, impera la complicidad (a veces se chocan las manos como los baloncestistas); con el de Finanzas, Teixeira dos Santos, dialoga mucho y muestra entendimiento total; a la titular de Educación, María de Lurdes Rodrígues, la llama con toda formalidad “señora ministra”.
Sus colaboradores comentan que no le gusta bromear con las cosas serias, y admiten que sus ataques de ira no son raros, pero van a menos. Los que le han visto trabajar subrayan que su liderazgo deriva más de la exigencia que del autoritarismo. “Pide datos, demanda mucha información y mucha síntesis. Y no admite dudas. Le gustan las cosas claras, pero tiene un carácter confiado y optimista, y cree firmemente en lo que hace”, resume otro colaborador.
Etiquetas: El País, José Socrates
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